Concluimos este recorrido por el panorama de la hospitalidad pú- blica en Sanlúcar la Mayor en los siglos del Antiguo Régimen rese- ñando la existencia de un hospicio o enfermería que los monjes de la Orden de San Basilio regentaron en esta ciudad. Hay que decir en primer lugar que en 1634 fue fundado, bajo el patrocinio del Conde- Duque de Olivares, el monasterio de Ntra. Sra. del Buen Suceso, también llamado del Retamal, en las cercanías de la localidad de Aznalcóllar, en las estribaciones de la sierra norte sevillana 12. Poco des- pués, y teniendo en cuenta lo alejado e inhóspito de su lugar de residencia, los religiosos abrieron en la cercana Sanlúcar una enfermería al objeto de pudiesen acudir allí a curarse los monjes que lo necesi- tasen. Se encontraba la casa en la calle Nueva, llamada actualmente José Álvarez, y era un edificio con puerta a la calle, patio intermedio, oratorio, enfermería, vivienda para los religiosos encargados de su cuidado y una espaciosa huerta. La enfermería de los basilios tenía una nutrida botica que inme- diatamente se encargó de surtir de medicinas al hospital de Ntra. Sra. de la Antigua, según hemos visto ya por las cuentas de este centro. El hospicio era regido por un presidente y un administrador, ejerciendo el segundo además como boticario, cuyos nombres a comienzos del siglo citado eran respectivamente fray Fernando de San Juan y fray Juan de la Concepción. En el archivo de Olivares se conservan dos expedientes que nos aportan algunas noticias sobre el hospicio de San Basilio. El primero de ellos se refiere a la solicitud de la corres- pondiente licencia al abad de Olivares el año 1721 para inaugurar y poder celebrar misa en el nuevo oratorio que se había labrado ese año, con el fin declarado por los religiosos de que los monjes acogi- dos en la enfermería pudiesen asistir a misa y de administrar los últi- mos sacramentos a los que se encontrasen en peligro de muerte y no diese tiempo a avisar a alguna de las parroquias de la ciudad. El abad, Luis Francisco Sánchez Duro de Velasco, concedió la licencia, con la condición de que no pusiesen campana ni abriesen el oratorio al público, cerrando para ello la puerta que lo comunicaba con la ca- lle a través del patio. El segundo de los expedientes conservados es bastante más extenso y contiene el intercambio de escritos motivado por la situación irregular del hospicio a finales del año 1817, en ple- na crisis nacional por el ya abierto proceso de exclaustración de las comunidades religiosas. Se quejaba el vicario de Sanlúcar al abad de Olivares del escán- dalo que se seguía del comportamiento de los dos religiosos que vi- vían entonces en el hospicio, fray Luis Requena, que actuaba de bo- ticario, y fray Alfonso Lagares, a causa de la vida disipada de ambos, por lo que se aconsejaba el cierre de la enfermería y la marcha de los monjes a alguno de los conventos o colegios de la orden. Tuvo que intervenir en junio de 1818 el abad, José María Mariscal, con una sú- plica por escrito al rey, con quien tenía bastante confianza, para ata- jar el problema. Es posible que no hiciese falta la real intervención, ya que muy poco tiempo después, en 1820, tanto el hospicio como el convento del Retamal serían incautados por la Hacienda pública y sus solares sacados a subasta13. De la enfermería de los basilios en Sanlúcar sólo queda como testimonio en nuestros días la linterna de lo que fue la cúpula de su oratorio.