sábado, 13 de octubre de 2012

Ética y estética

     Sólo admiro una cosa de los estadounidenses de América del Norte. Esos de las barras y estrellas por bandera, por más señas, tan distintos de los norteamericanos de los Estados Unidos Mexicanos. 
     Se trata de la intolerancia ante un político, de cualquier nivel, mentiroso. No lo perdonan. Una mentira y, como l@ pillen, se acabó la carrera. Una mentira en el ejercicio de lo público, en el manejo de los intereses generales... y adiós. 
     La cuestión no es la defensa a ultranza de las propias creencias, políticas o religiosas ante el resto de la sociedad, sino ocultar ante los ciudadanos la verdad para no verse perjudicad@ en la situación personal y profesional o viceversa.
     En esto es cierto que España es diferente. La impunidad de la mentira pública es la peor tara ética que soporta este país. La mentira es el mayor pecado moral para los polític@s por cometerla y para los ciudadan@s por consentirla.
     Uno de los problemas más profundos de la plurirrealidad española es la credibilidad de los dirigentes en los que la ciudadanía ha depositado su confianza y en los que ha delegado, de forma democrática, la gestión estatal,  de diecisiete autonomías, dos ciudades autónomas, más de medio centenar de diputaciones y de ocho mil y pico de ayuntamientos.
     La realidad de este país pluri tantas cosas empieza a tocar, aunque sea de soslayo, la cuestionable honestidad pública de quien la calle denomina "clase", designando así a una serie de representantes del pueblo o mandatarios judiciales, que disfruta de privilegios adquiridos y de los que se resiste abandonar, con o sin justificación.
      A estas alturas de la crisis especulativa, el hartazgo ciudadano es mayúsculo, la indignación superlativa y el espíritu general descreído frente a una casta que está empeñada en inmolarse. 
      Ante este panorama, en que se aprieta más a los más débiles, se amnistía a los defraudadores, se suben los impuestos para, entre otras cosas, ayudar con dinero público a los bancos y que los bancos lo agradezcan con desahucios, no es de extrañar que junto a la apatía y el cabreo del "y tú más", aparezcan "salva patrias" cargad@s de mentiras que nos ponen de los nervios. Un poquito de ética, por favor.

domingo, 22 de julio de 2012

Cuando éramos libres

La inocencia ha caracterizado la parte más noble del ser humano y la ilusión, su imaginación. La huída siempre hacia adelante por las ganas de pasar página ha tamizado con relativa rapidez las injusticias, las incomprensiones y hasta la memoria.

No hacía mucho tiempo, inocentes e ilusos, pensábamos en que una de las decisiones quizás más lúcidas de ZP podría hacerse realidad duradera.

La existencia de unos medios de comunicación públicos donde primara más la profesionalidad que el control político se ha desvanecido como un castillo de naipes, una vez más.

Las ansias por conocer la verdad más próxima a la realidad, la subjetividad más objetiva posible, la neutralidad informativa, se han tornado en un engaño de los sentidos.

Ni el sentido del deber ni el de la devoción, ni el derecho a estar informados ni el de la veracidad de lo que nos cuentan, ni con prisma ni sin él. Todo se ha ido al garete en cuanto el poder, como suele estar acostumbrado en este país, ha entrado como elefante en la cacharrería de la rtve.



Nadie entiende, incluidos algunos propios, que reconocidos profesionales, no por nombres, sino por el resultado de lo que estaban poniendo a examen de telespectadores y radioyentes, cada día o fin de semana, hayan sido barridos de la escena.


Los cambios y recambios de los mangos de las sartenes, como aquí gusta, no son buenos para la sociedad ni para la profesión. Servicio y servilismo vuelven a la palestra como choque de trenes entre los intereses y los interesados.

Si nos queríamos parecer a otros países de Europa, en esto también nos han ayudado a poner los pies en el suelo... ¡o qué nos creíamos, pobres ilusos!

Quizás también forme parte de la respuesta del porqué estamos donde estamos.


jueves, 5 de abril de 2012

¿Hijo de puta o buen profesional?

“[…] recuerdo que un día le entregué [a Manuel Ibáñez Escofet, llavors director adjunt de El Correo Catalán] un texto sobre patentes y mientras lo corregía me dijo que estaba bien. Le respondí que sí, pero que lo más interesante me habían pedido que no lo publicara y, mientras se lo explicaba, vi que empezaba a escribir. Le recordé que me habían pedido que no lo publicara y si lo hacía me iban a llamar hijo de puta. Me preguntó: “¿Qué prefieres, que mañana te llamen hijo de puta o que ahora mismo yo te diga que eres una mierda como periodista?” Total, que salió y, al día siguiente, me gritó desde la otra punta de la redacción: “Martí, ¿qué te ha dicho ese tío cuando te ha llamado?” Y le contesté: “Que soy un hijo de puta.” “Bueno, pero eres un buen periodista.” Las cosas funcionaban así.” — Josep Martí Gómez, repòrter de tota la vida, explica la seva formació professional al final dels anys 60. (via periodisme)