Joaquín no pudo negarse a la petición de su amigo de la infancia. Con los pocos datos que le facilitó se puso manos a la obra. Además, era una forma de pasar el tiempo, del que tanto disponía ahora. Sus pesquisas le llevaron al archivo parroquial. En la iglesia de Santa María estaban los del templo de San Pedro. Habían sido trasladados cuando la iglesia del barrio fue cerrada al culto, hacía 40 años.
Don Enrique ya estaba con Dios hacía tiempo. De su diario personal, que no se sabe cómo quedó con los documentos oficiales, se desprendió un trozo de papel doblado que Joaquín ojeó.
Los ojos del policía parecieron salirse de sus órbitas del asombro. Se preguntó cómo nadie investigó aquel suceso.
Doña María Luisa, bella mujer de una de las familias más acomodadas del pueblo, se casó muy joven. Su marido, Adolf, un alemán que se afincó en Sanlúcar tras llegar a Sevilla como asesor del ejército de Franco, se había encaprichado con la chica. Deslumbrado por el porte y la cartera del alemán, el padre forzó la boda de su hija. Entonces eran otros tiempos.
Don Enrique ya estaba con Dios hacía tiempo. De su diario personal, que no se sabe cómo quedó con los documentos oficiales, se desprendió un trozo de papel doblado que Joaquín ojeó.
Los ojos del policía parecieron salirse de sus órbitas del asombro. Se preguntó cómo nadie investigó aquel suceso.
Doña María Luisa, bella mujer de una de las familias más acomodadas del pueblo, se casó muy joven. Su marido, Adolf, un alemán que se afincó en Sanlúcar tras llegar a Sevilla como asesor del ejército de Franco, se había encaprichado con la chica. Deslumbrado por el porte y la cartera del alemán, el padre forzó la boda de su hija. Entonces eran otros tiempos.
(Continuará...)
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