Sábado, 31 de octubre
Aunque se puede deambular libremente dentro del perímetro municipal, hay menos gente en la calle. La inmensa mayoría de los viandantes llevan mascarillas. En las afueras del pueblo hay controles. Unas veces es la Guardia Civil la que interroga, otras, la Policía Local la que pide “los papeles” que sirven de salvoconducto para circular fuera de los límites establecidos o para entrar en ellos.
Las cifras de contagios y muertos se disparan. En Andalucía al primer día en que se superan las 5.000 personas contagiadas le sigue el segundo. Aún es pronto para tener resultados respecto a las medidas de restricción de movilidad, pero la cosa preocupa.
Incluso dentro del pueblo hay vecinos temerosos que se confinan en casa. Les ha calado las medidas de autoprotección. Corren bulos y corren informaciones veraces. Y se viven casos de fallecimientos por la COVID-19 duros. Parejas de mayores que mueren tras contagiarse por sus cuidadores, por personas próximas que desde tiempo atrás les estaban haciendo más fácil el resto de sus vidas.
El sábado es el día. La tarde invita, especialmente a los jóvenes, a salir a la calle, a relacionarse muchas veces de forma peligrosa y, en otras, a apostar por sumar su granito de arena en contener a esta pandemia. Copas en recintos controlados con medidas sanitarias de seguridad, que siguen, y botellones de irresponsabilidad incontestables. Hay de todo. Que conste. También entre los menos jóvenes.
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